jueves, 2 de octubre de 2008

CEREMONIA TRIQUI DE PURIFICACIÓN DEL MAÍZ: USANZA APUNTO DE SUCUMBIR

Cerro de la Minas. Huajuapan León, Oax.

COSMOVISIÓN TRIQUI
La cultura Triqui, es un arrecife enclavado en el vasto territorio de la región de la mixteca oaxaqueña. La agricultura es una de las actividades importantes para la subsistencia de esta comunidad indígena, actividad que se acompaña de una serie de rituales religiosos que dependen de los ciclos agrícolas, así como de la diversidad de las semillas que se cultivan.

Los triquis, al igual que el resto de la población mexicana, es una nación conquistada, y es el catolicismo el resultado de lo que es hoy esa población: un pueblo multicultural. Su sentido místico religioso posee símbolos comunes entre la diversidad de los dioses mesoamericanos y los santos y vírgenes del catolicismo que se mezclaron y adaptaron perfectamente en una visión y practica sincrética de lo religioso. Hoy esa práctica no se altera de manera radical, ya que la cosmogonía prehispánica de ese pueblo subsiste.

Cada año, mientras dura el ciclo de siembra y cosecha del maíz, los rituales y celebraciones a ésta semilla representa un elemento simbólico dominante para esté pueblo indígena. Las fiestas, los rituales y las celebraciones que aún hoy se llevan a cabo están llenas de colorido y de un espíritu panteísta y católico. 

En los rituales de la cosecha se honra a la semilla maíz y a las mazorcas que son concebidos como una dualidad masculino-femenina. El maíz, para lo triquis, es el centro de muchas representaciones simbólicas. Asimismo las actividades agrícolas explican la relación íntima entre el hombre y el mundo natural. Este vínculo se traduce en símbolos y ritos de fertilidad, que señalan las etapas del ciclo agrícola.

EL RITUAL
En la cultura triqui existen una serie de ceremonias vinculadas con la producción de maíz. Se celebra al inicio de la siembra y cuando llega el momento de la cosecha. 
a) La siembra. 

El objetivo del ritual es que los “Señores de Abajo”, los “Señores de la Tierra”, den permiso primero para sembrar el maíz en los campos o surcos, y luego para recoger la cosecha obtenida. El permiso garantiza que no habrá contratiempos durante la labranza y que se logrará una cosecha abundante.

El ritual lo organiza un “sacerdote indígena”, que es el representante espiritual de la comunidad. La ceremonia de siembra se celebra en los meses de abril y mayo, donde el sacerdote indígena invita a la gente de la comunidad a participar, también convoca a sus hermanos, parientes, compadres y amigos para que, entre todos, muestren sus respetos a la madre tierra. 
Cada pariente puede participar en tequio, ya sea pagando a los músicos, llevando bebidas y alimentos que se ofrecerán tanto a los dioses como a los participantes de la ceremonia, o con flores, velas, copal, semillas de maíz, etc. 

Los preparativos consisten en acondicionar y limpiar la parcela para la siembra por los miembros de la comunidad. Luego, todos los miembros de la comunidad salen en procesión, incluidos los músicos y llevando ofrendas hacia la parcela de cultivo. En una parte de los surcos de la parcela, o en algún sitio arqueológico, se monta un altar provisional donde se realizan rezos y se agradece a los dioses del sol, el viento, la tierra y al agua, como a los cuatro puntos cardinales, el que se dé una buena cosecha. Mientras tanto, algunos de los invitados siembran maíz. Simultáneamente el sacerdote indígena bendice los instrumentos de labranza y después, todos los presentes agradecen. Al terminar, todos comen y beben juntos. 

b) La cosecha
La ceremonia de la cosecha se celebra entre los meses de septiembre y octubre, y completa el ciclo iniciado por la ceremonia del Maíz. La ceremonia empieza frente a un altar en presencia de sacerdote indígena, músicos e invitados, en terrenos de la siembra o también en sitios arqueológicos de sus antiguas poblaciones. 

Después de los primeros rezos, se agradece a los dioses del cielo el haberles otorgado una buena cosecha limpia de todo mal. Se realizan rezos a la “Madre Tierra” para agradecer la cosecha obtenida y se les agradece también a los asistentes por su ayuda. Luego, cortan las primeras mazorcas. Unas las acomodan en círculo alrededor del altar y con las demás, hacen un atado de mazorcas ofreciéndolas a su dioses como si se tratara de un sacrifico. 

Para los triquis, existe una conexión sagrada con la tierra y los seres que en ella habitan, por ello cuando se cortan el cabello o desechan alguna prenda de vestir, deben enterrarlo y regresarlo a la tierra adonde algún día volverán. 
Cuando se corta algún árbol, el “sacerdote indígena” tiene que autorizarlo y además debe hacer una ceremonia religiosa. Del mismo modo, cuando se corta alguna mazorca o milpa, después de pedir permiso a sus Dioses, se hace una especie de oración a la tierra a quien se le dice algo como: “madre tierra permíteme recoger tus frutos, pues necesito alimentarme, tú sabes que después yo te pagaré con mi vida”.
Después miembros de la comunidad e invitados preparan una cruz de mazorcas fuera del altar, enseguida se hace una purificación con incienso e hierbas a las mazorcas y semillas de maíz obtenidos de la cosecha. Por último, el sacerdote indígena despide a los participantes y les agradece su compañía y ayuda. Al terminar, los granos y mazorcas de la cosecha se almacena en tapancos de las casas de los miembros de la comunidad, donde se almacenará para consumirse durante todo el año.

TRADICIÓN A PUNTO DE DESAPARECER 
Finalmente, consideramos que la cosmovisión de las nuevas generaciones de Triquis ha ido perdiendo el valor y el carácter de lo sagrado, que se consagra en la naturaleza, y hoy se está incorporando la no valoración de los animales que existían sus territorios. Antes para los Triquis todos los seres tenían alma, las plantas, los animales, una piedra, etc.

Y como recuerda Severo Marín Sánchez, sacerdote triqui de la comunidad de San Juan Copala, que en un pasaje de su infancia su abuela tenía el “Don” de platicar con los animales a quienes cuidaba y estos en correspondencia la protegían de los males del bosque. 

Recuerda también que en cierta ocasión de pequeño, sin querer, mato a un perrito casi recién nacido, entonces, el cuero del animal lo llevo con su abuela, quien realizó una breve ceremonia para “reparar el daño” cometido, regresando su espíritu a la Madre Tierra y a los dioses. Hoy las nuevas generaciones ven a los “seres” como objetos y se creen dueños de su “ser” que pueden disponer de sus vidas como si les perteneciera, señala el sacerdote triqui. 

Asociación de Periodistas Independientes de la Mixteca A.C. APIM.
Entrevistas: Francisco López Martínez.
Textos:        Ricardo García Jiménez.
Fotografía:   Jorge Vázquez Sánchez.

1 comentario:

Unknown dijo...

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